17 de diciembre de 2012

          Hormigueos en los dedos, en los hombros, en la nuca, en el pecho, hormigueos que no dejan vivir, que molestan pero que no podemos hacer nada para que desaparezcan.

          Ya no se siente esa esperanza, esa angustia, ya se acaban las ganas de empezar, solo se huelen las despedidas, y la frustración que eso provoca cuando no es lo que quieres que ocurra.
Ya no se entienden las mañanas, solo salen a la luz las noches, a través de una pluma y el papel.
Ya no saben como antes los despertares, ni los días pasados por agua. Y es que ya no tienen el mismo color.

          No se tocan las ilusiones, ni la agonía, ambas se vuelven insípidas, se convierten en un trozo de cartón.

          Ya no se sirven las noticias, solo se anuncian. Se ha perdido el significado de algunos verbos, y la vida se hace mas pequeña.
El mundo se convierte en una red de cinco carreteras, y los coches solo tienen un asiento.
Aparecen nubes marrones para avisarnos de lo que va a suceder. 
Ya no se siente, no se toca, no se escucha, no se ve.

Y es que ahora todo es distinto.

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