Estallar de impotencia por el hecho de haber nacido en un mundo en el que existe un verbo maldito o mejor dicho, tóxico. El verbo esperar.
Esperar, ¿para que? ¿para morir cada día de impaciencia? Nuestro mundo, nuestra vida, tal y como la conocemos, nuestra rutina, madrugar, estudiar, trabajar, ver a nuestra gente...etc, puede acabarse en cualquier momento, y puede que no vuelvas a hacer nada de lo que hacías antes, o simplemente puede que no existas.
Nuestra vida puede acabarse de un momento a otro. Y nosotros elegimos esperar... no lo entiendo. Eso solo lleva consigo una larga y pesada carga de arrepentimiento. Una carga que a veces pesa mas que nosotros.
En lugar de vivir a base de pasiones, de impulsos, y no dar millones de vueltas a casa cosa que hacemos. Y eso que dicen que somos libres. Me da la risa...
Si esperas, te arrepientes, si te arrepientes no eres feliz, y por tanto no estás bien, tu vida no es plena, y entras en la típica rueda de limitaciones de siempre, y en la que todos caemos.
El mundo no está hecho para limitaciones, ni para pensar cada cosa que hacemos, está hecho para vivirlo, para dejarse llevar.
Y cuando somos conscientes de esto, y vivimos de acuerdo a esta filosofía, solo entonces nuestra vida se convierte en el numero ocho, el numero del eterno retorno, un número sin principio ni fin, como la vida misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario